"Nunca antes ha habido un número tan reducido de
personas equivocadas que hayan ejercido
un efecto tan devastador sobre
tantas personas a la vez”
(Susan George)
personas equivocadas que hayan ejercido
un efecto tan devastador sobre
tantas personas a la vez”
(Susan George)
Es innegable que la globalización ha trastocado nuestro planeta, la imposición directa o sutil de modelos a seguir ha estandarizado pensamientos por todos los continentes, esta situación, lejos de beneficiar a un amplio espectro de la población, sólo ha servido de excusa para que, entre otras situaciones, el valor de la competitividad se matice de un modo erróneo haciendo que los mecanismos de exclusión se incrementen afectando mayormente a grupos determinados como los niños, ancianos, mendigos, inmigrantes, indígenas, etc.
Como sabemos, los genes son la unidad básica de replicación y continuidad de la vida a través de la herencia, pero un solo gen no puede subsistir por sí solo; necesita de otros genes para poder construir el medio de su propia subsistencia: la célula. A su vez, la célula requiere de más células para conformar una organización multicelular u organismo que interactúa con sus similares y con el medio ambiente para poder vivir y reproducirse, a fin de garantizar su continuidad en el espacio y tiempo, buscando así la permanencia de su legado genético, con las adecuaciones que la evolución le va dictando.
Así entonces tenemos hasta ahora dos aspectos: la exclusión y el agrupamiento como realidades de nuestro mundo.
Con la finalidad de facilitar su permanencia, el hombre ha tenido la necesidad de pertenecer a una comunidad, aldea, zona, equipo, etc; esta necesidad se ha ido integrando en nuestra naturaleza, siendo, lo más lógico, como mencionan el blog de Con buena tinta, sería: “…pertenecer a un grupo que nos acepte como somos, que esté dispuesto a aprender y enseñarnos elementos de enriquecimiento mutuo, con el objetivo de alimentar ese don que todos llevamos dentro, de recibir y dar: conocimientos, gustos y experiencias…” pero, lamentablemente eso no sucede siempre.
Al aceptar ser parte de un grupo sacrificamos nuestra individualidad con el fin de facilitar que dicho grupo consiga sus objetivos tanto emotivos (sentirnos apreciados por alguien al subordinarnos al conjunto) y racionales (en teoría es más fácil el sustento dentro de un grupo que afuera), a su vez, cuando un integrante decide oponerse a la voluntad de la masa, se enfrenta a la exclusión, el “no ser” ante los demás, lo cual deriva en problemas mentales como la tristeza, soledad, insatisfacción vital y una enorme falta de autoestima; problemas que pueden orillar a las personas a terminar con su existencia.
La presión de no pertenecer, de no ser único al disfrazarnos como todos, no es algo que cualquier individuo pueda soportar, para muchas personas ser parte de un grupo es lo único que le da sentido a sus grises vidas, lo cual tiende a ser ampliamente aprovechado por líderes (religiosos, políticos, vendedores, etc) para explotarles.
Un ejemplo claro se da en las escuelas, ¿cuántas veces muchos chavos por el miedo al rechazo se ven involucrados en problemas?, es común saber de adolescentes que fuman, beben, adoptan modas insustanciales, entre otras cosas sólo porque “los demás lo hacen”.
Es triste ver como alimentamos una sociedad que amenaza con la exclusión como medio de control, por ejemplo con tal de estar en sintonía con el ánimo de un grupo, tendemos a presionar a quien se manifiesta en contra, para de este modo demostrar nuestra lealtad.
La marginación de un grupo minoritario o personas específicas es altamente explotada en campañas comerciales, donde con tan sólo usar una crema, beber el nuevo refresco, comprar cierto teléfono celular, nos garantiza la entrada a un grupo “selecto” y “superior” de individuos que serán admirados por los demás, por la colectividad.
Vale la pena meditar que tanto permitimos que el miedo a la exclusión determine nuestro actuar. Lo que sí les puedo decir es que una vez que nos quitamos ese miedo de encima, la vida no se vuelve más sencilla; pero si más honesta, y nuestro actuar cotidiano se vuelve algo más personal.
Como sabemos, los genes son la unidad básica de replicación y continuidad de la vida a través de la herencia, pero un solo gen no puede subsistir por sí solo; necesita de otros genes para poder construir el medio de su propia subsistencia: la célula. A su vez, la célula requiere de más células para conformar una organización multicelular u organismo que interactúa con sus similares y con el medio ambiente para poder vivir y reproducirse, a fin de garantizar su continuidad en el espacio y tiempo, buscando así la permanencia de su legado genético, con las adecuaciones que la evolución le va dictando.
Así entonces tenemos hasta ahora dos aspectos: la exclusión y el agrupamiento como realidades de nuestro mundo.
Con la finalidad de facilitar su permanencia, el hombre ha tenido la necesidad de pertenecer a una comunidad, aldea, zona, equipo, etc; esta necesidad se ha ido integrando en nuestra naturaleza, siendo, lo más lógico, como mencionan el blog de Con buena tinta, sería: “…pertenecer a un grupo que nos acepte como somos, que esté dispuesto a aprender y enseñarnos elementos de enriquecimiento mutuo, con el objetivo de alimentar ese don que todos llevamos dentro, de recibir y dar: conocimientos, gustos y experiencias…” pero, lamentablemente eso no sucede siempre.
Al aceptar ser parte de un grupo sacrificamos nuestra individualidad con el fin de facilitar que dicho grupo consiga sus objetivos tanto emotivos (sentirnos apreciados por alguien al subordinarnos al conjunto) y racionales (en teoría es más fácil el sustento dentro de un grupo que afuera), a su vez, cuando un integrante decide oponerse a la voluntad de la masa, se enfrenta a la exclusión, el “no ser” ante los demás, lo cual deriva en problemas mentales como la tristeza, soledad, insatisfacción vital y una enorme falta de autoestima; problemas que pueden orillar a las personas a terminar con su existencia.
La presión de no pertenecer, de no ser único al disfrazarnos como todos, no es algo que cualquier individuo pueda soportar, para muchas personas ser parte de un grupo es lo único que le da sentido a sus grises vidas, lo cual tiende a ser ampliamente aprovechado por líderes (religiosos, políticos, vendedores, etc) para explotarles.
Un ejemplo claro se da en las escuelas, ¿cuántas veces muchos chavos por el miedo al rechazo se ven involucrados en problemas?, es común saber de adolescentes que fuman, beben, adoptan modas insustanciales, entre otras cosas sólo porque “los demás lo hacen”.
Es triste ver como alimentamos una sociedad que amenaza con la exclusión como medio de control, por ejemplo con tal de estar en sintonía con el ánimo de un grupo, tendemos a presionar a quien se manifiesta en contra, para de este modo demostrar nuestra lealtad.
La marginación de un grupo minoritario o personas específicas es altamente explotada en campañas comerciales, donde con tan sólo usar una crema, beber el nuevo refresco, comprar cierto teléfono celular, nos garantiza la entrada a un grupo “selecto” y “superior” de individuos que serán admirados por los demás, por la colectividad.
Vale la pena meditar que tanto permitimos que el miedo a la exclusión determine nuestro actuar. Lo que sí les puedo decir es que una vez que nos quitamos ese miedo de encima, la vida no se vuelve más sencilla; pero si más honesta, y nuestro actuar cotidiano se vuelve algo más personal.
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BONUS:
La exclusión en el sistema económico
La exclusión en el sistema económico
Por otra parte, el discurso cotidiano defiende los actuales modelos económicos que enaltecen el "estado de bienestar" que han conseguido; gobiernos de derecha presumen su objetivo de que no haya pobres; pero los pobres y marginados no son algo que realmente quieran erradicar, por el contrario, su disminución es un obstáculo para la expansión del mercado. La miseria no es un lastre de los modelos económicos actuales, es algo necesario para generar plusvalía y reproducir la explotación en una escala cada vez más ampliada.
Los programas de erradicación de la pobreza y toda la burocracia de "servicios sociales" forman parte de un mecanismo del capitalismo: los económicamente poderosos necesitan de la pobreza para subsistir y, al tiempo, el capitalismo pretende luchar contra la pobreza y "elevar el nivel de vida". Los capitalistas, que viven de la miseria de los demás, generan su propio antídoto, el "estado de bienestar"; la ideología dominante también desarrolla sus propias vacunas: la asistencia social, programas que lejos de erradicar pobreza la convierten en algo constante.
No olvidemos que la falta o carencia de ingresos impide a las personas disfrutar de actividades culturales, sociales y deportivas de la comunidad, quienes viven en pobreza son las principales víctimas de la exclusión social y de la marginación lo que al derivar en falta de autoestima hará que esa población se encierre aún más en la miseria y en un aislamiento cada vez mayor. Por falta de asistencia social o familiar, los niños, abandonados a su suerte, pueden caer en la delincuencia. La exclusión social priva a las personas de oportunidades, de "conexión social" y de disfrute de la vida comunitaria.
Nos venden la idea de que en nuestro sistema económico, sólo basta “echarle ganas” para tener empleo bien pagado, coche, y una casa bonita con su respectiva cerca blanca; pero, ¿a qué costo real?, ¿convertirse en trabajadores cuyas percepciones se trasladan directamente a bancos, a casas comerciales al pago de deudas eternas?, ¿acaso ese mundo de oportunidades está al alcance de los grupos indígenas, de aquel albañil que vive en la periferia de las grandes ciudades, de aquella trabajadora de maquila que sobrevive con un salario mínimo?, la verdad es que ese mundo de oportunidades no es más que una ilusión.
Si en la tierra hubiera solamente 100 personas, las 20 más ricas dispondrían del 74% de las líneas telefónicas, el salario en México lleva 40 años de deterioro, siguen existiendo lugares donde la gente muere de enfermedades directamente ligadas a la miseria, el mundo sigue siendo pues, un lugar donde la exclusión es negocio para muchos.
A final de cuentas los excluidos serán siempre una base importante para la estructura social y económica actual, situación que me parece nefasta.
Los programas de erradicación de la pobreza y toda la burocracia de "servicios sociales" forman parte de un mecanismo del capitalismo: los económicamente poderosos necesitan de la pobreza para subsistir y, al tiempo, el capitalismo pretende luchar contra la pobreza y "elevar el nivel de vida". Los capitalistas, que viven de la miseria de los demás, generan su propio antídoto, el "estado de bienestar"; la ideología dominante también desarrolla sus propias vacunas: la asistencia social, programas que lejos de erradicar pobreza la convierten en algo constante.
No olvidemos que la falta o carencia de ingresos impide a las personas disfrutar de actividades culturales, sociales y deportivas de la comunidad, quienes viven en pobreza son las principales víctimas de la exclusión social y de la marginación lo que al derivar en falta de autoestima hará que esa población se encierre aún más en la miseria y en un aislamiento cada vez mayor. Por falta de asistencia social o familiar, los niños, abandonados a su suerte, pueden caer en la delincuencia. La exclusión social priva a las personas de oportunidades, de "conexión social" y de disfrute de la vida comunitaria.
Nos venden la idea de que en nuestro sistema económico, sólo basta “echarle ganas” para tener empleo bien pagado, coche, y una casa bonita con su respectiva cerca blanca; pero, ¿a qué costo real?, ¿convertirse en trabajadores cuyas percepciones se trasladan directamente a bancos, a casas comerciales al pago de deudas eternas?, ¿acaso ese mundo de oportunidades está al alcance de los grupos indígenas, de aquel albañil que vive en la periferia de las grandes ciudades, de aquella trabajadora de maquila que sobrevive con un salario mínimo?, la verdad es que ese mundo de oportunidades no es más que una ilusión.
Si en la tierra hubiera solamente 100 personas, las 20 más ricas dispondrían del 74% de las líneas telefónicas, el salario en México lleva 40 años de deterioro, siguen existiendo lugares donde la gente muere de enfermedades directamente ligadas a la miseria, el mundo sigue siendo pues, un lugar donde la exclusión es negocio para muchos.
A final de cuentas los excluidos serán siempre una base importante para la estructura social y económica actual, situación que me parece nefasta.
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Fuentes:
Ciencia y naturaleza.
Teams to end poverty.
UCM.
Con buena tinta.
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1 Comentarios
Interesante artículo, lo usaré par auna tarea de la escuela.
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